Locos que se animan a leerme

lunes, 27 de septiembre de 2010

Batalla campal

Con Ricardo nos cuidábamos bastante. En esa época no existían (en Uruguay) los mensajes de texto.
Así que la táctica era hacer "sonar" el celular de uno y otro, y cortar.
Si el receptor del llamado estaba disponible, devolvía la llamada. 

A su vez, teníamos algo así como "días fijos" en los que nos veíamos.  Reitero, yo estaba sola, ya que había dejado a mi novio de la época, pero él seguía con mi amiga/compañera de trabajo.

Una noche hizo sonar mi teléfono, y devolví el llamado.  Era martes, día "típico de visitas".

Me dijo de salir a tomar café bajo las estrellas, y acepté. (Normalmente, él dejaba su auto en un estacionamiento techado, caminaba tres cuadras, y entraba al edificio donde yo vivía, cual ladrón en medio de la noche).

Apronté un termo de café, agarré dos tazas, mantelito, galletitas, puchos y un CD que nos encantaba.

Caminé dos cuadras, no sin antes mirar para todos lados. Yo presentía que alguien nos miraba..

Me subí al auto, que tenía vidrios polarizados y partimos. Ese día, no se porqué, no trabé la puerta.

Luego de casi media hora de viaje, estacionamos a orillas del Río de la Plata, en un lugar paradisiaco. Estábamos solos, la noche, las estrellas, una luna llena increíble.  El y yo.

Comenzamos a charlar de cosas banales, a tomar café, sin tener en cuenta el tiempo, la hora, nada.

De repente, no se de donde ni cómo, la puerta del acompañante se abrió, y una mano me tomó del pelo, mientras que otra mano comenzó a golpearme por todos lados.

¿Adivinan quién fue?

Continuará..

martes, 14 de septiembre de 2010

Navegando en aguas turbulentas

Y me lancé al agua, sin salvavidas, sin seguro, sin pensarlo.

Por algún motivo que (no) desconozco, olvidé hasta la fecha.

Luego de ese atardecer/noche a orillas del estuario de la Plata, siguieron un sinfín de encuentros "clandestinos".

La cosa se fue poniendo cada vez más espesa. La novia de Ricardo seguía siendo mi compañera de trabajo y amiga. Como ahora yo vivía sola, ella iba cada vez más a mi casa. Las charlas eran mono temáticas. Me contaba cómo de a poco él se alejaba. Cómo se las ingeniaba para dejarla temprano, con excusas inverosímiles.

Me hablaba constantemente de sus sospechas. Ella SABÍA que había otra persona. Yo hacía hasta lo imposible para cambiar de tema.

Ahora, a la distancia creo que mi propia cara, mi actitud, mis nervios, le fueron dando pistas.

Ella me contaba con detalles su relación: el sexo era inexistente, las charlas terminaban con peleas todo el tiempo. Él estaba distraído.

Hasta que un día, ella encontró en su auto, algo que la hizo sospechar.

Las visitas a casa se fueron espaciando. Cuando venía, me hablaba de lo maravilloso que era Ricardo con ella, de cómo habían cambiado las cosas.

Me relataba sucesos que eran imposibles, porque justamente, habían "sucedido" cuando él estaba conmigo.

No se exactamente cuándo, pero un día empecé a sentir miedo.  Miedo de ella.

Y no me equivocaba...

viernes, 10 de septiembre de 2010

Tocar el cielo con las manos

Yo tenía 22 años. Él 32.

Yo venía de terminar una relación complicada, me mudaba sola, y tenía la cabeza y el corazón vacíos.  Necesitaba afecto. Estaba desesperada por compartir con alguien charlas interesantes, mates interminables, necesitaba volar.

Él era el novio de una amiga.  Yo sabía absolutamente todos los problemas que había entre ellos.

Esa tardecita/noche, él me dio su versión de los hechos.

Me dijo que ya no la amaba, pero que le debía tanto que no podía dejarla. Que ella lo había sostenido cuando la muerte inesperada de su padre.

Que la quería, sí... pero no la amaba.

Que él necesitaba volar.

Y así, como quien no quiere la cosa, entre mates, charlas, con el estuario del Río de la Plata como única compañía, me besó.

Y no sentí culpa. Sentí por segunda vez en mi vida esas mariposas en la panza. Sentí, que tocaba el cielo con las manos.

Media hora más tarde, la culpa me carcomía. Pero ya estaba en el barco, y había que navegar

lunes, 6 de septiembre de 2010

No somos santas

Claro que yo no soy una simple víctima.

Alguna vez también fui victimaria.

Laura era compañera de trabajo.  De esas compañeras que de a poco se volvieron amigas.  Digamos que a veces, nuestra relación traspasaba la oficina.

Ricardo era el novio eterno de Laura. Llevaban 8 años juntos.  Ricardo era (y es) un bala perdida, un bohemio. Un enamorado de las mujeres (de todas). Un tipo que vivía de rentas, y por ende, se dedicaba al "arte" (si por Arte se entiende tallar mujeres desnudas en madera, por ejemplo).

Un día me emancipé y me mudé.  Laura no podía (ya ni recuerdo porqué) venir a darme una mano, y mandó a su novio eterno-hippie a darme una mano.

No voy a entrar en detalles. Sólo puedo decir que esa noche terminamos a orillas del Río, mirando el horizonte, hablando de bueyes perdidos.

Y en un momento me besó.

Y a mi me gustó.

Y a partir de ahí me convertí en una especie de amante del novio de mi amiga/compañera de trabajo.

Soy una basura, lo sé.

Pero sepan que tuve mi muy merecido castigo.

Casi me dejan pelada, y en mi rostro lucí algunos moretones y demases.

Algún día voy a ampliar. (si es que a alguien le interesa).

En realidad, ésta historia merecería un blog aparte.