Locos que se animan a leerme

lunes, 28 de septiembre de 2009

El del Carrerón

Pedro, era hijo único.  Madre abogada, padre abogado, así que las opciones para Pedro no eran muchas.

Siempre se jactó de su habilidad para estudiar, y lograr que sus padres le bancaran cualquier cosa.  Auto a los 18 años, departamento propio a los 20 (a un piso de distancia del de los padres) y todos los berretines que se puedan imaginar.

En ese momento mi vida transcurría entre la facultad a la mañana, el trabajo a la tarde, y las noches con él.

Sus padres, sus tíos, y todos los que lo rodeaban, hablaban del "Carrerón de Pedro".  Iba a llegar lejos, muy lejos!  Mínimo, iba a llegar a ser Juez en la Suprema Corte de Justicia.  No le faltaba talento, no le faltaba empuje, y por sobre todo, no le faltaban influencias.

Mi relación con la familia siempre fue buena, pero siempre dejaron en claro que no veían con buenos ojos que mi carrera avanzara tan lento, y que encima, no tuviese nada que ver con el Derecho.

Siempre lo acompañe. Si bien no vivíamos juntos, yo era la que a la noche hacía tandas interminables de empanadas y café para su grupito de estudio, en el que estaba Silvia.

Silvia era la típica mina que no despierta sospechas.  Era correcta, callada, ni linda ni fea, ni gorda ni flaca.  Silvia era Sivlia, casi como un fantasma.  Pocas veces se la escuchaba.  Pocas veces emitía opiniones.  Pero Silvia también iba a tener un carrerón:  su padre era Juez, su madre una reconocida Escribana y Abogada Montevideana.

Cierto día, fui a la casa de Pedro más temprano que lo habitual.  Como dije antes, no vivíamos juntos, pero yo tenía llave del piso.  Entré, y me llamó la atención encontrar la tele prendida, y todos los libros y apuntes desparramados por ahí.

Como buena tarada, me dispuse a poner orden.  Empecé a juntar apuntes y cosas tiradas, hasta que llegué al dormitorio.  Ahí estaban Pedro y Silvia, durmiendo la siesta, como Dios los trajo al mundo, en esa cama en la que yo dormí tantas veces.

Me quedé helada.  No pude emitir sonido alguno.  Terminé de juntar las cosas... (sí si.. SEGUÍ juntando cosas).  Dejé todo ordenado encima de la mesa del comedor.  Dejé también el juego de llaves que tenía y me fui.

Jamás volví a atenderle el teléfono a Pedro.  En un mail que llegó días mas tardes, intentó explicarme cómo se habían dado las cosas.  "Que con Silvia tenemos muchas cosas en común", "Que de a poco fuimos imaginando un futuro juntos", "Que viste.. ella estudia lo mismo que yo.. y encima está tan avanzada.. y vos en cambio vivís haciendo malavares.."  Creo que hasta llegó a hablar de mi pobre futuro.. futuro que el avisoraba como "chato", como anodino.

El tiempo se encargó de todo.  Silvia se embarazó pocos meses más tarde de mellizos (o gemelos, no lo sé).  Dejó la carrera.  Pedro también dejó la carrera, porque los padres le advirtieron que no era lo mismo mantener a una persona, que mantener a cuatro.

Hoy Pedro trabaja en el Poder Judicial, en un cargo medio-bajo, como procurador (todavía no se recibió).

Silvia trabaja 6 horas como recepcionista.. en la empresa de mi marido (marinovio en realidad.. sin papeles!).

Pedro nunca llegó a tener el carrerón que avisoraban.

Silvia tampoco.

Yo, en cambio, me recibí 3 años más tarde de lo que debía.  Trabajo en lo que me gusta.  Tengo un hombre al lado al que amo, que me ama, y que me valora no sólo por mis logros, sinó por lo que soy y somos cuando estamos juntos.

A veces.. cuando voy a la empresa de mi marido, y le veo la cara a Silvia, agradezco en silencio haber llegado temprano aquel día.  Porque quizás.. si no hubiese sido así, hoy el lugar de Silvia lo ocuparía yo.

viernes, 4 de septiembre de 2009

El Novio 0.5

Juan, el loco violento.

Todas mis amigas tenían novios "estables".  Lo estable que se puede ser cuando se tiene menos de 17 años.
Todas, menos yo.
Es así que me presentaron a Juan, el amigo del novio de una de ellas.
Empezamos a salir el 15 de febrero.  El 17 ya me había dicho que me amaba y que quería tener hijitos conmigo.
El 20 estaba parado en la puerta de mi casa, pidiendo hablar con mis viejos...  para algo así como "pedir la mano".
No se como no lo rajé a escobazos en ese mismo momento.
Una de las cosas que me prohibieron, fue subirme al auto con él, estar sola en casa con él, o verlo después de las 7 de la tarde cualquier día de semana. Obvio.. soy la mayor, y conmigo tomaron mil y un recaudos.

Los primeros días de marzo, cuando ya me preparaba para arrancar el colegio nuevamente, fui a la casa de una amiga.  Allí estaba el novio UNO, del que hablé en el post anterior.

Cuando salí de la casa de mi amiga, novio 0.5 estaba esperándome en la puerta.  Luego de gritarme desaforadamente por la presencia de novio UNO, me llevó a casa.  Error!  yo lo tenía prohibido.

Intenté que me dejara en la esquina, porque si mis padres me veían, se armaba la podrida.  NO me hizo caso, y estacionó en la puerta de mi home sweet home.  Intenté bajarme rápidamente, pero no pude.

Con un brazo me agarró de una pierna, con el otro brazo, del pelo.  Miles de alarmas empezaron a sonar en mi cabeza.

Luego de una hora y media de deambular por la ciudad, con amenzas tales como "me voy a matar si me dejás", "estás conmigo o con nadie", le juré por mi vida que le iba a hacer caso.

No se como, pero logré llegar a casa, tardísimo.

Me ligué un mes de penitencia, sin salidas.

Me llevé el primer susto importante de mi vida.

Conocí de cerca, por primera vez, la locura humana en versión hombre.

Ese mes me ayudó a esquivarlo.  Al final, la voz fuerte de mi padre, junto con la amenaza de romperle todos los huesos del cuerpo (je! mi padre era hooker..) lograron mantenerlo lejos.

Años más tarde, se terminó casando una prima lejana.  Veinte días antes del acontencimiento me llamó llorando, diciendo que si yo se lo pedía, no se casaba.

Va con moño! grite..  y fin de la historia.

Aún hoy lo recuerdo, y un escalofrío de terror me corre por la espalda.